lió en Acrópolis (y no de ropa)

Fui a comprar un regalo. Y debió ser algo muy simple: dejarse llevar del fascinante mundo de las compras y ¡cash! ¿Nada difícil, verdad?

Sabía de muchos escritores que por incapacidad de integración social y desordenes durante la niñez, estaban de alguna forma favoreciendo al estudio del comportamiento humano. Escribían cosas terribles. Y naturalmente, lo hacían porque envidiaban aquello que anhelaban: sonrisas e ignorancia.

Yo sabía que en mucho tenían razón, pero también entendía que poco tenía aquello que ver con preñar o parir, y mucho menos con un regalo de cumpleaños. Además, aquel día era navidad, y el comercio y las agencias combatían con mayores presupuestos la tasa de suicidio al promover la compra de artículos innovadores para calmar la ansiedad provocada por cualquier mal, o vació.

Estoy metido en esa tienda, muy alejado de aquellas reflexiones de caminantes solitarios. Ahora en cambio me deleito con el bordado de unas zapatillas de bailarina para mujeres con pies y cuerpo de bailarina; y con los 450 caballos de fuerza que amortigua una gorra Ferrari en precio especial. Regalos para diseñar y construir el futuro.

Realizo el pago. Envuelvo el regalo. Salgo de la tienda, y seguido me encuentro otras tiendas con tremendas ofertas grandes especiales. Que lió.

No iba a desaprovechar.

(la imagen es un bufeo.com)